VOICEMAIL, de Miguel Martínez

Cuqui Cuqui Cuqui Cuqui Cuqui Cuqui Cuqui Cuqui Cuqui Cuqui Cuqui Cuqui Cuqui Cuqui Cuqui Cuqui Cuqui Cuqui Cuqui Cuqui Cuqui Cuqui Cuqui Cuqui llámame.

Te voy a matar.


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Miguel Martínez es el humilde editor jefe de BRUTA FIERA.
Podéis ver más de él en http://prosaplatonica.blogspot.com.es 











CANCIONES INÉDITAS, de Antonio Heras



Telenovelas mexicanas

ahora que solo escucho
chayanne malú y ricky martin
me pregunto si me querrás

ahora que solo leo
el marca y el abc dominical
me pregunto si me abrazarás

con toda el alma
como en las baladas sudamericanas
con el corazón entero
como en las telenovelas mejicanas

ahora que me pirro
por radio olé y cadena dial
me pregunto si me escucharás

ahora que todos mis amigos
votan al partido popular
me pregunto si me besarás

con toda la pasión
como en las películas polacas
con todo el amor

como en las telenovelas mejicanas


***


En mi corazón

Días nublados, sonrisas fugaces
Libros por abrir, un actor francés

{Eso es todo lo que hay en
                                   mi corazón}

Mamá yo quiero estar en una banda
Abba y Aerosmith, papel de plata

{Eso es todo lo que hay en
                                   mi corazón}

Ofertas rechazadas, cartas en la basura
Pero todavía me quedas tú, sin duda

{Eso es todo lo que hay en
                                   mi corazón}

No cabe nada más
Es inútil que lo intentes
Antes de entrar
Debería re-ordenar
Debería re-ordenar
                        mi corazón.


***


Ana Rosa y Montesquieu

ana rosa menciona a montesquieu
y no es siquiera la hora del café
acabo de entrar en el mercado del trabajo
y ya echo de menos a mis gatos

*de mayor quiero ser otro
cuando crezca quiero ser
otra persona
de mayor quiero comprender
todo lo que me hace falta
comprender*

si ana rosa se vuelve filósofa
yo no tengo la culpa culpita
que acabo de encontrarte en mitad
de un polvo ilegal en el sofá


***


Vamos a follar

vámonos a sevilla
conozco una pensión
donde nadie nos conoce
donde nadie nos podría encontrar

vámonos a las vistillas
sé de un hostal
donde nadie nos va a reconocer
pero no tenemos el alquiler

y una vez dentro del cuarto
juguemos a la guerra de almohadas
orinemos sobre el lavabo
vamos a destrozar el somier
vamos a follar como desquiciados
vamos a recitar a robespierre

larguémonos ya de aquí
¿a quién le importa / realmente lo que tiene?
olvidemos todo
no sabemos si vamos a volver
lo que sí es que nos queremos perder

y una vez dentro del cuarto
persigámonos bajo las sábanas
insultemos desde el balcón
vamos a destrozar el somier
vamos a follar como desquiciados
vamos a recitar a robespierre

sé que quieres vivir en granada
sé que no sabes que yo lo sé
sé que prefieres que no vaya
no sé qué voy a hacer


***


La vida moderna

No queda nada sagrado, cariño
Los viejos grupos vuelven
            para llenarse los bolsillos
Las religiones mueren matando
la televisión miente
y si queda algo, lo niega la radio

No queda nada sagrado, amigo
Que los árboles son de plástico
que tus besos son prestados
y tu amor de alcance limitado

Que el deporte es cosa de drogados
Que las banderas vencen a los argumentos
La literatura ha muerto de asco
Los futbolisas son jefes de Estado

La vida es un episodio de
Los Problemas Crecen
Repetido una y otra vez.


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Antonio Heras es un autor publicado: próximamente la editorial LUHU publicará su primer volumen de relatos, de temática queer. 
Gózale.

MY SWEET BITCH!, por Adrián Moeschke



_____Thanks
____to a friend
_ _who incited me
__to enter this place
___There I found
____you or you
_ found me. I
_ remember our first
_date. Both drank Coke.
You talked too much and
I simply listen to everything
you said. I wanted to kiss you.
_Finally_the alcohol helped
__me to ___act the way I
__wanted _____ it. Late at
___ night ____I kissed you.
____I took____your hand. I
_____was____ lucky and I
______was__ happy. Now
_______ I feel much happier
______ than that day. Now,
______ I know that I love you
______ and you love me too. I thank
_______my friend and alcohol. Nice to
_______ meet you! My sweet, sweet, sweet,
________sweet, sweet,____sweet, sweet, sweet,
_________sweet, sweet,_______sweet, sweet,
_________sweet, sweet,_____sweet, sweet,
_________sweet, sweet,____sweet, sweet,
_________sweet, sweet,__sweet, sweet,
________sweet, sweet, sweet,
________sweet, sweet, sweet,
________sweet, sweet,
_______sweet, sweet,
_______sweet,
______ sweet,
______ sweet,
______ sweet,
______ sweet,
______ sweet,
_______sweer,
_______sweer,
_______sweer,
______sweer,
______sweer,
_______sweer,
_______ sweer,
________ bitch.


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Adrián Moeschke disfruta cocinando mientras escucha jazz cantado por mujeres escandinavas con grandes sombreros estrafalarios.
Puedes seguirle en Twitter en https://twitter.com/AdrianMoeschke, y leer más de él aqui: https://byeink.com/b/Vo

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EL PINO NEGRO, por Antonio Heras


I
Una plaga de conejos deja el cementerio de una ciudad decadente con varias fosas al aire. El sepulturero, un hombretón llamado Pablo con cierto retraso mental pero muy cortés con las ancianas, descubre una noche de luna que los huesos, rociados con su esperma, brillan como el collar de su madre.



II
Ahora le excita cada vez más, y lo hace continuamente. Los periodistas truculentos empiezan a insinuar que el cementerio está infestado de espíritus, de almas torturadas que no pueden descansar en camposanto por sus crímenes y pecados. Los niños y los parasicólogos estrafalarios inundan, de noche, el cementerio en busca de fantasmas, y el sepulturero con la bragueta cargada tiene que encontrar cuanto antes otro escenario para sus tejemanejes.



III
El interior del tanatorio está desierto, aunque se oyen murmullos procedentes de la capilla. Conoce las instalaciones por sus relaciones comerciales, pero nunca había pasado del umbral de la puerta trasera. Pablo camina silenciosamente hacia el depósito. La puerta está abierta, las luces encendidas, pero sin nadie (con vida) dentro. Sobre una camilla, el cuerpo blanquecino, el culo desafiante. Se baja la cremallera, se saca la polla y trata de metérsela. No está tan frío como pensaba. Tiene que escupirse muchas veces en el glande antes de conseguirlo, pero merece la pena.



IV
El semen de Pablo es blanco puro y abundante y, si se parara a pensar en ello con la suficiente concentración, seguro que podría resucitar este cuerpo sin vida -si lo rellenara con el suficiente esperma-. Confuso, detiene el vaivén de su cuerpo contra el otro, cuya semi-rigidez indica que, hace apenas unas horas, aún respiraba, se movía. Distraído, no oye que alguien ha entrado, que se acerca, aterrorizada, que empieza a gritar al fin. A berrear. Todavía más asustado que la forense, el sepulturero huérfano de todo afecto tiene muchas dificultades para salirse de dentro del cadáver. La mujer no deja de chillar, hasta que Pablo, aún con el cuerpo colgando de sí, la golpea una sola vez. Suficiente para romperle varios dientes y hacerla sangrar como a un cerdo. Y, sobre todo, para hacerla callar. En el suelo grita, pero en silencio, por los ojos. Pablo está desesperado. Sabe que ha hecho algo malo, y no quiere ir a la cárcel. Se le ocurre que, sin los ojos que han sido testigos, nadie podrá acusarle de nada. Con sus dedos largos y recios no tiene problemas para sacarlos de sus órbitas y estrujarlos hasta que las imágenes que guardaban se disolvieron en el olvido.



V
Cubierto de sangre, tranquilo, se deja hacer. Camina sin ninguna resistencia, responde a las preguntas, ni siquiera se quita la sangre de la cara y las manos; un agente de la Guardia Civil, con su juventud cohibida, tiene que meterle la verga aún morcillona dentro de la bragueta antes de que llegue el juez de instrucción. Pasan los días sin sobresaltos y acaba, delicadamente, en la cárcel. La pena máxima, le dicen. Pablo sonríe, piensa en su cementerio, en que algún día reposará allí, y alguien hará brillar sus huesos a la luz de la luna.



VI
Las primeras semanas las pasó, en su mayor parte, en la enfermería de prisión. Aunque era más fuerte que casi todos los reclusos, no se defendía. No había entendido aún lo que le pasaba. Afortunadamente, un hombre le salvó de la muerte segura el vigésimo segundo de su encierro. Con la pasividad de los funcionarios de guardia, varios presos consiguieron llevarse al nuevo, al violador, al asesino, hasta los baños. Pablo se meó de miedo cuando vio los cuchillos. Le obligaron a lamer, a chupar, a ponerse a cuatro patas. Por fin, alguien entró con una porra eléctrica, se deshizo de sus enemigos, le recogió del suelo con cuidado, incluso le abrazó con candor, con sentimiento. Pablo no recordaba que nadie le hubiera hecho eso jamás.



VII
Fue por esa época que empezó a verlos. La mayoría eran sombras fugaces. Esquivas, sin rostro, apenas un parpadeo que aparecía y desaparecía detrás de las personas. Pablo se lo dijo a Héctor (el buen funcionario) debajo de las sábanas. Pero el otro no le dio importancia, le acarició la cabeza. Luego, le hablaban, casi no podía dejar de oírlas, ya separadas de sus personas, libres del miedo inicial. Emitían palabras sin sentido, gorgoteos, ruidos metálicos. Lo peor llegó cuando empezaron a gritar. A chillarle al oído, hasta hacerle sangrar. Por fin, descubrió que sólo se iban con la heroína. Se pagaba las dosis con sexo. Contrajo varias enfermedades y muchos enemigos por las deudas y los engaños. No importaba. Disponía de varios minutos de paz al día.


VIII
En primavera cambió de prisión y dejó de ver a Héctor. No le importó. Las sombras de los reclusos eran más esquivas, poco habladoras. La heroína ocupaba casi todo su día. Tuvo que empezar a pincharse en la cara interna de los muslos. Mató a uno de los camellos por un malentendido. Añoraba su cementerio, las lápidas, los huesos blancos. Deseó morir.
Javier era un preso pequeño y de pelo castaño con una leve cicatriz en la sien. A veces se pinchaban juntos. En una de aquellas ocasiones, salió de detrás del chico un fantasma. Esta vez, Pablo entendió perfectamente lo que decía. Quería que matara a Javier y que se comiera su corazón. A Pablo le supo a caramelo.



IX
En el viaje de traslado hacia la prisión de máxima seguridad, las sombras le ayudaron a escapar. Tras ahogar -aplastándolo simplemente contra el suelo- a uno de los guardias, fue fácil liberarse de las esposas, coger su arma y disparar hacia las ruedas. El choque fue grande, pero él solo se hizo una brecha en la cabeza. Peor suerte corrieron los guardias que viajaban delante, aunque aún respiraban cuando les arrancó los corazones y se corrió en sus bocas, como aconsejó la sombra de Javier. Ni siquiera necesitaba ya la heroína. Sonrió y se dirigió a casa.



X
Los técnicos del Ayuntamiento pusieron cebos envenenados y decenas de conejos se pudrían en el camposanto al amanecer. Los cuervos se comían sus ojos y vísceras pero dejaban el resto para las hormigas y los escarabajos. No se veían huesos ni calaveras ya. Los agujeros estaban rellenos. Pablo vio a su sustituto, un hombre pulcro y eficiente que cavaba una zanja. Se acercó hasta él. Una sombra de ojos rojos y voz melosa salió de su espalda y le pidió que le rajara la garganta. Pablo se negó, ante la sorpresa del fantasma. El nuevo, entonces, se dio la vuelta, le vio y salió corriendo, quizá le reconoció de los periódicos, de la televisión inmunda. Pablo se acercó hasta el féretro pendiente de entierro. Sin saber por qué, lo abrió. Dentro estaba Héctor, con la cara rajada en múltiples direcciones, infinitos caminos de dolor. Le quitó la ropa. Había también quemaduras, los genitales arrancados de cuajo, mordiscos de perro o de humano en los muslos. Empezó a ver la escena borrosa. Se asustó porque no sabía qué era llorar.



XI
Se hacía de día rápidamente, pronto llegaría la gente. Era el Día de Todos los Santos. Hizo lo que se le dijo con rapidez. Cuando estuvo todo listo, metió el ataúd de Héctor en su zanja, saltó dentro, abrió la tapa, se acomodó junto a su amigo y cerró desde el interior con un movimiento fuerte y certero. Se sintió bien, en paz. Pronto alguien les cubriría de tierra fresca, y los fantasmas y las personas ya no podrán alcanzarles.



XII
Hubo varios muertos, ese día, en el cementerio. No solo los que Pablo había desenterrado y tirado al otro lado de la tapia según las indicaciones de las sombras. Algunas personas mayores y débiles de corazón no aguantaron aquello. En muchas lápidas habían escrito una fecha, un nombre, apenas una frase. Unas pocas eran maldiciones que cortaban la respiración del viudo, de la hija amantísima, del amante secreto. Otras inscripciones eran locuras, peticiones crueles, obscenas, o revelaciones. El tío Antonio ha tocado varias veces a Alejandro, le obliga a beberse su orina. Carolina se gasta la pensión de su madre inválida y la abofetea cuando cambia de canal sin su permiso. Te vas a volver loco y acuchillarás siete veces en el pecho a tu hermana; luego te colgarás de la viga de la cocina. Mientras, los operarios del tanatorio recuperan, por fin, el ataúd extraviado, menos mal, porque la familia dejó claro que quería que le incineraran, y con el lío de esta noche le mandaron al cementerio por error. Pablo despertó con el traqueteo de la bandeja que transportó el féretro hasta la incineradora. Oyó murmullos pero no entendía lo que pasaba. Para una persona como él, con la edad mental de un niño de ocho años, la muerte es apenas un pensamiento. El fuego le abrazó enseguida, pegó su piel y sus huesos a los de Héctor. De sus cenizas mezcladas nació, años más tarde, un pino negro. Creció, inmutable a las personas que nacían y morían bajo él. Algo de Pablo, algo de Héctor revivía en sus hojas de aguja. Por fin, talaron el árbol. Su madera se usó para otro ataúd. Pablo, ahora sí, descansó bajo tierra, en su propio cementerio, cuando su sombra empezaba a extinguirse, a ser ininteligible.


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Antonio Heras es fan de Bob Esponja y de Dennis Cooper.
Puedes leer más de él en: http://antonioheras.bubok.es/
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CINCO POEMAS, por Alex Pena.


a veces
odio a la gente
cuando no hacen más que hablar de sí mismos


aunque en realidad
lo que pienso
es por qué no hablan más de mí


no sé para qué sirven los amigos
es decir

están ahí


y te hacen sentir un calor agradable en el pecho
pero para qué sirven
qué efecto tienen

además de hacerte sentir solo
y triste
si no tienes


***


voy a cruzar la ruta 66
escuchando walk like an egyptian
en bucle

es broma
seguramente también escucharé black skinhead
un par de veces


***


hasta que tuve once años
si me decías "altamira"
pensaba en un outlet
de el corte inglés
no en una cueva


***


prefiero no ver
gente muerta
de verdad


por culpa de las películas
no siento nada


quiero ser
un cadáver
al que le están
haciendo una autopsia
pero estar consciente

y decirle al forense
hola
y que se asuste
y que corra
después de despedirse educadamente
y que llame a la policía
y que me disparen
pero yo ya estoy muerto
y tienen que apuntar
a mi cabeza

es el día más divertido
de mi vida como cadáver


***

quiero escribir
una lista
de subgéneros porno

para usar en lugar de emoticonos.
 
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Más de Alex Pena en:
 http://tercermonologosubmarino.wordpress.com/


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